El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, en la Marcha de Jesús, San Pablo, 20 de junio de 2019. Miguel Schincariol / AFP

El ministro de Educación renunció tras ser acusado de tráfico de influencias.

La difusión de un audio fue suficiente para obligar al presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, a aceptar la renuncia de su ministro de Educación, Milton Ribeiro, y desatar una crisis política que impacta en su carrera rumbo a la reelección.

«Mi prioridad es atender, primero, a los municipios que más precisan, y segundo, a todos los amigos del pastor Gilmar», señala Ribeiro en la grabación que fue publicada la semana pasada por el diario Folha de Sao Paulo y que detonó un grave escándalo de corrupción a solo seis meses de los comicios presidenciales del 2 de octubre, ya que el funcionario aseguraba que actuaba por indicaciones del presidente, lo que después desmintió.

El ‘Gilmar’ del audio es Gilmar Santos, quien junto con Arilton Moura están acusados de haber conformado un «gabinete paralelo» que, con la complicidad de Ribeiro, gestionaba recursos federales del Ministerio de Educación para favorecer a «amigos» de su Iglesia.

Santos, Moura y Ribeiro son pastores evangélicos y forman parte del creciente poder que este tipo de religiosos han adquirido durante el Gobierno de Bolsonaro.

El presidente defendió hasta el último momento a Ribeiro, pero el escándalo alcanzó tal magnitud que incluso otros políticos evangélicos lo presionaron para que el pastor abandonara el gabinete.

La crisis se evidencia, también, en que Ribeiro es el cuarto ministro de Educación que ha tenido Bolsonaro en sus poco más de tres años de Gobierno. Su antecesor fue otro pastor evangélico, Carlos Alberto Decotelli, cuya designación solo duró cinco días y ni siquiera llegó a jurar en el puesto ya que se demostró que había falsificado su currículum para presumir inexistentes doctorados y postdoctorados.

El primero fue Ricardo Vélez Rodríguez, un teólogo colombiano de ultraderecha que se nacionalizó brasileño y que solo permaneció cuatro meses en el Gobierno, de enero a abril de 2019, debido a que provocó una serie de controversias por querer defender a la dictadura militar (1965-1985) en la educación pública, y anticipar que terminaría con la «influencia marxista» en las escuelas, menospreciar la diversidad de Brasil y poner al capo Pablo Escobar como ejemplo de conducta para evitar el consumo de drogas.

En su lugar fue designado el economista Ariel Weintraub, quien ocupó el cargo durante 14 meses, tiempo suficiente para que continuara la saga de polémicas de su antecesor. En su caso, por promover el cierre del Congreso y de la Corte Suprema. También solicitó la detención de los jueces del máximo órgano de Justicia del país.

En su carta de renuncia, Ribeiro ratificó que es inocente de las acusaciones que pesan en su contra y que, por ahora, interrumpieron su carrera política.

Campaña

La nueva crisis de Bolsonaro estalló justo en un momento en el que prepara su campaña por la reelección en un escenario adverso.

De acuerdo con las encuestas, el expresidente Luiz Inacio Lula da Silva lidera la carrera con una intención de voto que oscila entre 35 % y 42 %, mientras que Bolsonaro avanza en segundo lugar con un rango que va del 25 % al 34 %. En un lejano tercer lugar se encuentra el exmagistrado y exministro de Justicia, Sergio Moro, que no supera el 10 %.

Si el 2 de octubre ninguno obtiene el 50 % más uno de los votos, entonces se tendrá que llevar a cabo una segunda vuelta el 30 de octubre.

En este proceso, el voto evangélico es fundamental, ya que implica un universo de 70 millones de personas (un tercio de la población). Y cada vez hay más, tanto, que en una década podrían superar incluso a los católicos.

Un sondeo de la consultora PoderData reveló que, aquí sí, Bolsonaro sigue encabezando las simpatías, ya que el 44 % de los evangélicos prefiere su reelección (en 2018 lo votó el 70 %) y solo el 32 % apoya a Lula.

La influencia política de los evangélicos también se refleja en las 105 bancas en la Cámara de Diputados y las 15 en el Senado que ya ocupan y que representan el 20 % del Congreso.

Por eso es que el escándalo de corrupción de un ministro que también es pastor, y que ahora está acusado de tráfico de influencias para beneficiar a otros líderes evangélicos, afecta de manera particular en la campaña, tanto por el desgaste para un Gobierno que pretende ser reelecto como por el deterioro de la imagen de los religiosos que cada vez más aspiran a cargos políticos.

Contradicción

Uno de los problemas para Bolsonaro con este caso es que llegó al poder con la promesa de terminar con la corrupción, que en las campañas de 2018 era uno de los temas centrales para la sociedad brasileña.

Pero, a los interminables escándalos que han rodeado su gestión, ahora aparece un audio en el que uno de sus ministros pastores asegura que actúa en nombre del propio presidente para beneficiar a amigos. Para empeorar la situación, el intendente del municipio de Luís Domingues (estado de Maranhao) reveló que Ribeiro le había pedido una coima «en oro».

'Poder evangélico', el libro que explica por qué estos grupos religiosos son un peligro para América

A ello se sumó su reacción inicial, ya que denostó la denuncia que ya había llegado al Supremo Tribunal Federal. «Pongo mi cara en el fuego por Milton, lo que están haciendo con él es una cobardía», dijo el presidente. La férrea defensa le duró poco.

Los reclamos que más pesaron fueron, precisamente, los de otros líderes evangélicos conscientes de que este escándalo les puede costar votos. «Le pido, por favor, que se licencie hasta el término de las investigaciones, porque los evangélicos estamos sangrando. Si se prueba su inocencia, regrese al cargo», conminó el pastor y diputado Marco Feliciano.

Bolsonaro ya no tenía margen para sostener a Ribeiro. Apenas el pasado 9 de marzo se había reunido con influyentes pastores y políticos evangélicos para prometerles lealtad absoluta.

«Yo dirijo a la nación en la dirección que ustedes deseen. ¿Es fácil? No lo es. Pero sabemos y tenemos la fuerza para buscar hacer lo mejor por nuestra patria», afirmó en un mensaje en el que criticó de manera velada a Lula.

«Si esa persona, un día, ese partido, esa ideología, esa pandilla, nos roba la libertad, entonces complica la situación (…) nuestras decisiones ahora determinarán si tendremos o no una vida de libertad por encima de todo», señaló.

Los pastores, a su vez, refrendaron una alianza que será decisiva para las próximas elecciones.

Por Radaccion

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