Por: Ramón Antonio Veras.

I.- El castigo de mi papá, no me motivó miedo

1.- Chilote Llenas y yo, siendo dos adolescentes, un día domingo, ya avanzada la tarde, acordamos celebrar en nuestro play de Los Rieles, un partido de pelota; dos para dos, él y su hermano Nelson, contra Julito Camiguama y yo. El desafío seria a tres inning, y apostaríamos dos centavos cada equipo.

2.- Estando el juego empatado, cero a cero, llegó la oscuridad, y los cuatro jugadores nos pusimos de acuerdo para dar por concluido el encuentro. Cada uno de los intervinientes en el pasatiempo, nos retiramos a nuestros hogares.

3.- Una vez llegué a mi casa, mi padre biológico, a quien apodaban Mongo, me esperó en la puerta del bohío, y bajo el argumento de que había llegado fuera de hora, agarró la baqueta de su colín, me dio una pela y, además, tomó una soga, ató mis dos brazos por las muñecas, a unos alambres de púa, que separaban el terreno de mi vivienda con la parte lateral derecha del Cementerio Municipal de la calle 30 de Marzo, en Santiago.

4.- Mi papá le dijo a mamá, que el objetivo de amarrarme frente a frente al cementerio, fue para que por miedo, no volviera tarde a la casa.

II.- Por dormir al lado de un asesino y violador, no sentí temor

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5.- En el curso de la Guerra de Abril de 1965, al momento de llegar como preso, desde el Cuartel Central de la Policía Nacional, en la ciudad capital, a la Penitenciaria Nacional de la Victoria, en una celda donde estábamos juntos los presos políticos y los comunes, el preboste me ordenó acostarme en el piso, al lado de un señor condenado por asesinar a su patrono, descuartizarlo e introducir los restos en una caja, de donde le vino el sobrenombre de “Cajita”.

6.- Un recluso de Santiago, que tenía cinco años preso por robo, en La Victoria, se me acercó y me dijo: “Negro Veras, cuídate, que el preboste está combinado con Cajita, para ponerle a dormir cerca a jóvenes y en la noche, bajo amenazas, obligarlos a mariconear. Además, Negro Veras, Cajita, porta un puñal con el consentimiento del jefe del pabellón”.

7.- Mi padre, al amarrarme para que viera de cerca a los muertos, lo mismo que el preboste ponerme a dormir al lado de un asesino y violador, no sembraron fuerte miedo en mi conciencia.

III.- No temo a las fantasías

8.- Nada me hace crear aprensión imaginaria. He vivido de realidades; el pánico no me acompaña, y aunque no estoy revestido de gran valentía, no me comporto temeroso por cuestiones que solo existen en la imaginación.

9.- Si se trata de imágenes creadas por la fantasía, no me lleno de terror, tampoco me figuro las cosas, ni creo en especulaciones, no es bueno caer de tonto de aquellos que hacen de falsear una forma de vida grata sin esfuerzo alguno.

10.- Luego de explicar que no soy dado a estar temeroso por lo que no veo, y trato de permanecer tranquilo, ahora voy a decir la razón por la cual en estos momentos siento que estoy viviendo en un ambiente que me crea pánico.

IV.- El odio y el temor que me genera

11.- El miedo intenso que motiva hoy vivir en nuestro país, no es porque la COVID-19, ha matado a más de 4 mil de los nuestros, ni por la inseguridad personal y de bienes, sino por el malestar psíquico que causa el proceder de la mayoría de la población dominicana.

12.- Un ser humano permanece en estado de angustia cuando siente inestabilidad emocional al ver cómo sin justificación, algunas personas manifiestan sentimientos profundos de aversión contra sus semejantes.

13.- A mí me causa miedo grandísimo, completo estado de espanto, cuando escucho a determinadas personas expresar odio. Creo sentirme en una selva, si alguien saca de su garganta palabras de aborrecimiento.

14.- Estoy que me mantengo esquivo porque sé que, de un momento a otro, voy a ser testigo de un individuo, sin ton ni son, así por así, maldiciendo a quien lo único que le ha hecho son favores. El odiosear se ha puesto de moda.

15.- Estamos viviendo en un medio en el cual la inquina sale de una lengua venenosa cualquiera, sin importar que la víctima esté viva o muerta. La mala voluntad, la animosidad es lanzada sin reparar que sea contra una santa o una diabla.

16.- Aquí, en este país, hay que estar preparado para ser objeto de malquerencias provenientes hasta de un desconocido, porque la antipatía se ha convertido en algo cultural. Es una habitualidad anidar rencores y lanzarlos a diestra y siniestra.

17.- Debo decir con franqueza que siento horror con solo ver, aunque de lejos, a ese deslenguado que, al parecer, llegó al mundo armado de una lengua endemoniada para dañar a los seres humanos llenos de nobleza. El viperino es un asesino de las buenas conductas.

18.- No hay que vivir cargado de miedo, ni ser valiente para estar asustadizo en un medio social como el dominicano donde abundan los malvados ponzoñosos, siempre listos con sus lenguas dañinas para descalificar al más auténtico.

19.- El hombre o mujer con más arrojo, audacia, coraje y bravura, de seguro que da muestra de encogimiento ante el lenguaraz. La lengua del maldiciente es peor que una metralleta Uzi.

20.- Tener rencor es de la esencia misma de ese que tiene a flor de labios la expresión “no lo puedo ver ni en pintura”. Ese es el mismo que solo se siente bien cuando demuestra abominar hasta a quien no conoce. El encono ciega a los cebados de rabia.

Ideas finales

a) Sin rubor alguno me sale de lo más profundo de mi conciencia, confesar que en el medio social donde vivo me siento horrorizado porque en el pensamiento de mis connacionales, el odio se ha afianzado como perteneciente a la cultura nacional.

b) El odio está en el cerebro de muchos de mis coterráneos, con peculiaridad unida al sadismo, y es utilizado con agudeza en la ocasión que así conviene al que disfruta con malquerencia. Irritar al más divertido motiva placer en el más agresivo mortificador.

c) Con la aparición de las redes sociales, los odiadores están de risita; no se dan por nadie; como cigüita en zinc caliente, porque ahora tienen medios para cobardemente difundir sus ideas llenas de veneno y pura tirria, y así demostrar su desdén contra cualquier persona de valía, sin importar que esté con vida o ya sepultada.

d) El de ahora es un momento oportuno para recordarles a los que odian que: “la gente odia a quienes le hacen sentir su propia inferioridad”. “El odio es la cólera de los débiles”. Finalmente, “el odio es un grave peso que hunde el corazón en lo más hondo del pecho y se fija como una piedra sepulcral sobre todas las alegrías”.

Particularmente yo, siento lástima y asco por aquel que odia.

Santiago de los Caballeros,

2 de noviembre de 2021.

Por Radaccion

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