Por Juan Carlos Espinal.
Aunque entre la oposición política dominicana no existe una convergencia ideológica que los unifique, las militancias de Fuerza del Pueblo y del PLD tienen en común lo que todos los trabajadores de ambas organizaciones deben defender: el fortalecimiento de las instituciones democráticas, los avances en la sociedad del estado social y de derechos y la integración económica regional.
Si la oposición política dominicana vence el 16 de mayo del año 2028, el país estará gobernado por un frente amplio qué con las excepciones de las experiencias electorales de Uruguay, Honduras y Colombia, – se dice, con razón-, que después de las elecciones municipales no habría que generalizar sobre las múltiples realidades de triunfo de esa posibilidad.
También se dice, y no es menos cierto, que la composición social de las militancias de oposición no son iguales y que cada proyecto político y cada líder son diferentes.
De hecho, no conviene olvidar que algunas derrotas recientes corresponden a movimientos sociales gestados en el contexto de conflictos propios, y que casi ninguno de los partidos que dan sustento a esas derrotas corresponde a ninguna planificación que los aglutine.
No cabe por tanto atribuir a Fuerza del Pueblo o al PLD una convergencia ideológica, excepto, claro está, la de corresponder a la idea progresista en defensa de los desfavorecidos, representando a lo que llamamos clases populares.
Pero es difícil comparar a la militancia de la Fuerza del Pueblo, surgida de la crisis institucional extraordinaria, con la militancia del PLD.
Cuesta poner en el mismo plano las prioridades de ambos proyectos, tanto el de Danilo Medina como el de Leonel Fernández, de un país avanzado en su estructura económica o industrial.
Por otra parte, los apoyos mutuos en el Congreso también son muy diferentes y las dificultades de obtener mayorías de gobierno sólidas y estables acompañan a casi todos ellos.
En conclusión, cada uno hará lo que de buena Fé pueda y desarrollará proyectos políticos en función de las necesidades propias de cada uno de sus respectivos partidos políticos.
No obstante, hay retos comunes a toda la región del Caribe que condicionan y orientan la acción de la convergencia opositora cargadas de una cierta responsabilidad histórica dadas las enormes expectativas y esperanzas que generaron sus administraciónes gubernamentales.
No olvidemos a este respecto que la mayoría de ellas fueron victorias contra los gobiernos anteriores, recogiendo enconos sociales muy notables y descontentos políticos muy arraigados.
En primer lugar, el principal reto de la oposición política dominicana tiene que ver con el fortalecimiento de sus instituciones democráticas.
No es un secreto, ni creo que ofenda a nadie decir que la oposición política dominicana ha sido débil frente al gobierno del presidente Abinader.
Que esa inercia política es más peligrosa que cualquier división, puede hacer más daño que las diferencias en aquellos espacios de participación popular donde la cultura democrática es más vulnerable.
Durante la campaña electoral del año 2024 fue extraordinario el avance de la alianza RESCATE, y agradable la consolidación de la superación del conflicto, la pacificación de las insurgencias propias de las tensiones politicas y el cese de la generalización de los procesos como única forma de decisión política que sus militancias asentaron, con la histórica excepción de la defensa del Estado de Derecho y la preservación de la Constitución.
En los últimos años, sin embargo, hay signos muy desalentadores sobre el deterioro en el funcionamiento institucional del país, en gran parte debido a la reaparición de los problemas sociales de inequidad que atraviesan todos los hogares dominicanos.